El rol que juega López Obrador lo hace en doble pista, por un lado, como titular del Poder Ejecutivo y, por otro, en su calidad de jefe supremo del partido morenista, dirigiendo la contienda interna de sus corcholatas, imponiendo las reglas y, tomando la vocería para atacar a los contrincantes, aprovechando el foro de las mañaneras.
La primera es una función de Estado, deriva del particular ejercicio de Presidente de la República, mientras que la segunda proviene de una decisión personal que además es incompatible con la de mandatario al existir un claro conflicto de intereses.
Todos sabemos que esa condición le tiene sin cuidado, para él, Morena es un partido de Estado y, por lo tanto, quien ejerce el poder del Estado también lo hace en el partido, lo que interesa es conservar el mando y la capacidad de decidir, la simbiosis entre el gobierno y el partido es una realidad de facto.
Desde ese ángulo, el adversario para la oposición no es ninguna de las corcholatas, que, dicho sea de paso, andan alicaídas, sus recorridos por el país están desangelados y no levantan ni un suspiro, sino al propio tabasqueño, pues es quien realmente se encuentra al frente de la sucesión presidencial por la 4t, ha tomado las riendas en la campaña tomando el papel de principal protagonista.
Lo cierto es que algunos aspirantes de la oposición lo han cuestionado y contrastado, arrebatándole e imponiendo incluso la agenda, dejándolo sin narrativa, molesto y reaccionario. No le han salido las cosas como las había planeado, el debate político que está trascendiendo hacia la sociedad, se encuentra entre él y liderazgos que buscan ser candidatos a la presidencia.
Un factor relevante que provocó la generación de esa condición fueron las circunstancias especiales que rodearon la palestra para catapultar a Xóchitl Gálvez y, a la vez su propio perfil, que la hace inmune a los acostumbrados epítetos de López Obrador, logrando sacarlo de sus casillas.
El discurso de honestidad, congruencia y austeridad comienza a evaporarse, frente a la corrupción, impunidad y excesos de personas allegadas y de su confianza, quitándole argumentos ante lo evidente, orillándolo a una defensa basada en la descalificación y los privilegios del pasado.Iba remando en aguas mansas, sin embargo, se han convertido en turbulentas y, no solamente lo sabe, además no puede ocultar su molestia y preocupación, cada vez que siente algo perjudicial a sus planes, no puede evitar reflejarlo en las mañaneras, lo que en los últimos días acontece.
Los signos de desesperación lo orillan a cometer atropellos, los insultos y descalificaciones a los adversarios es una reacción ocasionada frente al hecho de que sus corcholatas nomás no levantan y, no halla como ponerles muletas para que caminen.
Tiene claridad en su popularidad, en la fuerza que implica tener el mando de la Presidencia, en los recursos públicos que se manejan desde el poder y, todo eso, lo está poniendo para sacar adelante a sus elegidos a la par, de estar violando las reglas electorales, de equidad y neutralidad, no obstante, la oposición avanza.