El pasado domingo 23 de abril, se corrió la voz que mientras el Presidente de la República se encontraba de gira en la ciudad de Mérida, presentó un cuadro con síntomas que le provocaron dificultad en el hablar y desvanecimiento, lo que obligó a una inmediata reacción de los encargados de su seguridad trasladándolo a la Ciudad de México para su atención.
En cuanto a la versión oficial se dijo que por tercera ocasión había sufrido un contagio de COVID, despertando suspicacias al respecto, en tanto que esa enfermedad no se caracteriza por ocasionar los problemas presentados, indicador que da pauta para fertilizar el terreno de la especulación.
Además, crea mayor suspicacia el hecho de dejar pasar el tiempo sin dar un comunicado personal sobre su estado de salud, particularmente, al ser muy afecto a los reflectores, solamente se autorizó al Secretario de Gobernación, a decir en un escueto mensaje insistiendo en el aislamiento del titular del poder Ejecutivo, derivado del COVID.
A nivel internacional los diagnósticos que han salido a la luz pública señalan que la salud del Presidente se encuentra deteriorada por causas diversas al COVID, condición que se ha venido arrastrando desde hace tiempo y, que seguramente debido a lo estresante del encargo se agudizó.
Ahora bien, independientemente de las adversidades en el campo de lo político, tanto en lo personal como para el bien del país, resulta deseable la pronta recuperación de López Obrador, así que esperamos en breve lapso esté en posibilidad de retornar a sus funciones.
Mientras ello acontece, el suspenso se apropia con sus consecuencias de toda la nación, a partir inicialmente de una información poco convincente, que se percibe con desconfianza, máxime que los allegados al propio inquilino de palacio hicieron mutis, incluyendo a la corcholata Sheinbaum, que regularmente no se aguanta para dar declaraciones y, en esta ocasión optó por guardar un sepulcral silencio.
En realidad, se presentó un escenario imprevisto, que agarró a todo el gabinete por sorpresa, aunado a que están acostumbrados a recibir instrucciones de la cabeza, que ahora se encuentra incapacitado, por lo que es predecible esperar momentos de incertidumbre dentro de la administración.
Por lo pronto de facto el encargado del despacho es el Secretario de Gobernación, a quien le corresponde llenar los zapatos de su paisano tabasqueño, asumiendo las funciones correspondientes, lo que desde luego no es tema menor.
El panorama se aproxima a una situación de crisis, no obstante, se tiene la expectativa de una pronta recuperación en la salud del Presidente que le permita nuevamente ejercer el cargo, evitando con ello una serie de riesgos que pondrían en jaque al país, más de lo que actualmente está.
Son estos momentos cruciales donde las luchas fratricidas por el poder saltan, la historia ha dado cuenta de ello. Bien a bien, no sabemos cuantos hilos andan sueltos, sin duda, algunos que, de seguir las cosas, darán dolores de cabeza.
Es fundamental y necesario cubrir todos los ángulos, cuestión que rebasa al equipo del Presidente, ya veremos que tanto oficio tienen.