Hace pocos años, desde la delegación Miguel Hidalgo, por medio de Twitter y Periscope, se transmitía el trabajo del City Manager, una singular figura del servicio público de ese lugar, que se encargaba de recorrer la jurisdicción calle por calle detectando aquellas faltas administrativas flagrantes, aquellas que se encuentran a la vista de todos, y que ameritaban la intervención de la justicia cívica.
Este trabajo resultaba incómodo para los infractores y fue duramente criticado en redes sociales, recibiendo toda clase de comentarios. Es que a nadie le gusta que le apliquen en su perjuicio la ley.
Hoy en día en la CDMX la ley de participación ciudadana contempla que las personas titulares de las alcaldías tienen la obligación de realizar recorridos barriales a fin de recabar opiniones y propuestas de mejora o solución a los problemas de la comunidad, sobre la forma y las condiciones en que se prestan los servicios públicos y el estado en que se encuentren los sitios, obras e instalaciones en que la comunidad tenga interés.
Es decir, con el argumento de recabar opiniones y propuestas, le facilitan al servidor público hacer campaña con el erario, y salir a la calle con un séquito de colaboradores y camarógrafos a “mostrarse preocupado por lo que le hace falta a la gente”. El servidor público de la CDMX tiene una diferencia enorme con los servidores públicos de otras entidades, por motivos de dimensiones, ya que, por tratarse de una ciudad habitada por millones de personas, ese hacinamiento se traduce en aumento del número y la complejidad de los conflictos sociales; desproporción entre los satisfactores existentes y las necesidades públicas; y conductas ciudadanas que requieren actualizar constantemente las disposiciones normativas para canalizar de forma adecuada los intereses particulares.
Pensemos en que esta idea no es nueva, y como ejemplo, podemos rescatar la historia cinematográfica de los años ochenta protagonizada por Julio Alemán, con el acompañamiento de otros destacados actores de la época, en la que se plantea un acercamiento directo y espontáneo de un político prominente de la CDMX, en aquel entonces DF, con el ciudadano común, con su entorno, con la dinámica de la ciudad, con el propósito de conocer cómo se vive en la gran urbe.
Y aunque el personaje central, en las primeras escenas, resulta muy obvio en su intención de saber cómo se siente la gente, cuál es su parecer, cuál es su sentir de la ciudad, poco a poco se desapega de su matiz de explorador social, y de su diálogo improvisado con tintes de periodista documental, para darle naturalidad a su aventura y construir una panorámica objetiva de la ciudad que política y administrativamente tendrá a su cargo apenas terminando el fin de semana.
Con las pocas horas de que dispone, y sin haber tenido una experiencia previa como ciudadano común, este personaje refinado, con estudios universitarios cursados en el extranjero, con una posición social elevada, y con una situación económica resuelta, decide salir a la calle para conocer apresuradamente lo que en décadas no se ha tomado el tiempo de conocer a detalle.
Chocará fuertemente con el lenguaje agresivo, con la ingratitud, con el agandalle, con el moche, y su ingenuidad le impedirá ver el delito pasar con toda tranquilidad frente a su nariz, mientras discute por el precio de dos tortillas. Él está consciente de su desconocimiento social, pero su impulso es genuino, y su decisión encomiable. Sin embargo, de acuerdo a su alto perfil en la élite de poder, su ignorancia del medio es enorme y preocupante.
Desconoce no sólo el lenguaje coloquial, sino también el funcionamiento del servicio de transporte público, los vicios de los cuerpos policiacos, el rezago en las zonas marginadas y su estancamiento social, la mafia de los espectáculos públicos, las trampas y abusos del comercio, y tantas otras realidades producto de la corrupción que padece irremediablemente el ciudadano y la ciudadana de a pie.
A San Luis Potosí, una ciudad muchísimo más pequeña que la CDMX le vendría muy bien un City Manager, porque es necesario salir a la calle sin infraestructura de campaña política, a detectar las infracciones de la población a las leyes y reglamentos, vigilar el comportamiento de los servidores públicos de campo, supervisar los avances de la obra pública, y tomar determinaciones en tiempo real de los problemas cotidianos que sufre el ciudadano común, el que sí conoce lo que es un SABADAZO y sus equivalentes.