Mucho depende desde que ángulo se aprecie, si ves el pozo hacia abajo puedes hundirte en la obscuridad; sin embargo, desde una perspectiva volteando a las alturas observas la luz, te cambia completamente el panorama entre continuar en las penumbras o luchar para salir de ellas.
Ese fue el dilema del pueblo argentino, un país socavado por malos gobiernos donde prácticamente lo dejaron en la ruina y al borde de la desesperación, las encuestas daban el triunfo a la continuidad, se equivocaron. La gente comprendió que iban por un rumbo equivocado, votar por el oficialismo significaba saltar al abismo, no fue así.
En similares condiciones nos encontramos en México, con nuestras propias particularidades, aunque no menos perjudiciales. Las tendencias de un régimen autoritario de corte militar saltan a la vista, sumándole una serie de factores que agravan la situación, pues nadie puede negar los evidentes casos de corrupción o el avance de la criminalidad, por decir algunos.
Si a esto le sumamos el desmantelamiento de las instituciones y la persecución política, nos encontramos en una situación compleja por decir lo menos, al advertir que la única vía para contener los excesos son las elecciones, procesos democráticos frágiles por la intervención oficial, pero no hay de otra.
La amenaza de desaparecer a las clases medias aspiracionistas, pega a la mayoría de los mexicanos, lleva consigo una profunda carga ideológica, de corte fascista, que deja entrever la intención de formar una sociedad obediente y una clase gobernante que ordena.
El reto no es fácil, comenzando por la concientización ciudadana a construir un país de leyes, cuando diariamente vemos como se vulnera caprichosamente el estado de derecho, las injusticias tanto sociales como jurídicas son el pan de cada día, imperando la desconfianza y la falta de credibilidad, muchos prefieren refugiarse en la resignación, lugar donde no hay salida.
Afortunadamente existen otros, que desde el fondo del pozo voltean a ver la luz, cada vez son más las personas que quieren un México diferente, armónico, de oportunidades, donde nadie este por encima de la ley: inclusivo y solidario.
Al respecto y, pese a la carencia de liderazgos con estatura para esa encomienda, surgió una mujer valiente: Xóchitl Gálvez, cuya trayectoria y experiencia de vida se identifica con gran parte del pueblo de México.
Su perfil la acredita con la capacidad necesaria para enfrentar los grandes problemas que nos aquejan, en virtud de que no es una persona improvisada, por el contrario, sin grandes aspavientos ha cumplido satisfactoriamente sus responsabilidades en el servicio público.
Cuenta también, con probada honestidad y visión de Estado, que tanta falta hace en estos momentos, su discurso es fresco y el mensaje esperanzador, plural, incluyente y entendible, no se anda con rodeos ni falsas promesas, es franca y directa.
Algo que debe resaltarse, es que no se debe a nadie, es una ciudadana que por si sola ha salido adelante sorteando la vida, sin compromisos ni padrinos, una demócrata que sale de su línea de confort para enfrentar a un gobierno de dictadores.
Ponemos nuestra esperanza en sus manos, hay tiro.
