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viernes, noviembre 22, 2024

LOS CAMBIOS POLÍTICOS SON CAMBIOS EN EL PENSAMIENTO

#MÉXICO #OPINION #POLÍTICA

LOS CAMBIOS POLÍTICOS SON CAMBIOS EN EL PENSAMIENTO

Por Emanuel del Toro.

La búsqueda por comprender el devenir de nuestra vida pública muchas veces pasa por alto cómo es que nuestra manera de pensar incida sobre todo lo que cotidianamente hacemos. El punto es que el grueso de los análisis que se hacen sobre el funcionamiento de nuestra política se reducen a cuestiones institucionales, que poco o nada dicen sobre cómo el modo de pensar de cada persona incide sobre las posibilidades de éxito y/o fracaso de las propias instituciones.

Lo cual es poco menos que desconocer que la mitad de los problemas públicos que permanentemente padecemos, atraviesan el espinoso tema de cómo cada quien concibe el mundo en el que vivimos. Porque pensemos una cosa u otra de los temas públicos, el mundo que vivimos es el resultado de una cadena interminable de realizaciones cuyo contenido se expresa cotidianamente en lo que hacemos y/o decidimos, pero en no menor medida en todo lo que pensamos.

No se trata sólo de lo que hacemos, sino también de los pensamientos que nos inspiran a la acción, lo mismo que a no movilizarnos, –que tan importante es lo que hacemos como lo que dejamos de hacer–, porque de ello depende en última instancia el modo en el que visualizamos e interactuamos con la realidad misma. Lo digo así, para exponer la amplitud de consideraciones que se entretejen en el acto mismo de vivir, porque nos demos cuenta o no, la totalidad de nuestras realizaciones sociales son esencialmente conquistas del pensamiento, y mientras no seamos capaces de concebir una realidad distinta a la que hasta este punto de nuestro desarrollo histórico hemos conseguido, difícilmente propiciaremos las condiciones necesarias para establecer nuevos aprendizajes sociales.

Sirva para ejemplo de lo que comento, considerar que la distancia que media entre el país que tenemos a nivel de leyes e instituciones, frente al que cotidianamente vivimos en términos de rutinas y modos de hacer las cosas, ha sido desde siempre abismal; en este país la mayor de nuestras instituciones públicas son más una ficción que una realidad, que el mejor de los casos es más reflejo de nuestros anhelos, que de nuestras capacidades. La cosa es que por distintos motivos, tanto estructurales como históricos, la nuestra es una sociedad donde el país que realmente existe dista mucho del que en las leyes se consagra.

Si bien la mayor parte de nuestros ordenamientos jurídicos se hallan directamente inspirados en los existentes en la mayor parte de las democracias liberales más avanzadas del mundo, rara vez las instituciones funcionan como en efecto debieran de hacerlo. En ese sentido, lo de menos es concluir como toda la vida se ha dicho, que nuestras instituciones informales han sido siempre más importantes que las formales, o que, para decirlo de otro modo, no tenemos la cultura necesaria para hacer que las cosas en efecto funcionen como deberían.

Porque aquí todo se hace a la “mexicana”, con remedos e improvisaciones, con arreglos personales sobre la marcha, con componendas y una alta dosis de discrecionalidad, que todo justifica en aras de conseguir lo que cada cual busca o se propone, aún si para ello es preciso pasar por encima de otros. Como si la singularidad de sentirnos excepcionalmente diferentes al resto del mundo, fuera suficiente consuelo para explicarnos el por qué somos tan poco respetuosos de nuestras instituciones, como descreídos de las importancia de lo público.

Empero el problema no está en que seamos de ese modo, ni en la inoperancia de nuestras autoridades para hacerse valer, o en la poca importancia que como sociedad otorgamos al bien colectivo, hasta que nos vemos padeciendo directamente sus consecuencias, tanto como en terminar de entender que tenemos perfectamente el tipo de gobiernos o instituciones que nos permitimos, como igual tenemos el tipo de país que somos capaces de soportar y/o pensar. Y ello seguirá ocurriendo en tanto los ciudadanos que debieran de exigir que las instituciones que tenemos, realmente rijan, no digan lo más mínimo o se manifiesten.

Porque problemas tales como el abuso de autoridad, o la aplicación diferenciada y discrecional de la ley y sus efectos resultantes de discriminación, pobreza, exclusión, inseguridad y violencia, o la no menos deficiente calidad del espacio urbano, han estado presentes desde siempre. Lo que es más, es casi seguro que habrán de permanecer por muchos años más, pese al costo que para todos representa, mientras no terminemos de entender que los cambios políticos por los que elección tras elección se invocan todo tipo de promesas que rara vez se cumplen, implican necesariamente cambios en el pensamiento.

Y si algo hay que nos caracteriza en este país, es la inexistencia de la noción de lo público. Un tema en el que siempre se dice que la cosa obedece a la falta de opciones para desarrollarse que sufren amplios sectores de la sociedad. Marginación que se traduce en una muy pobre cultura respecto a la responsabilidad colectiva, producto de la precariedad en la formación escolar. Sin embargo, pocas veces advertimos que el irrespeto generalizado que nos caracteriza como una sociedad con una muy deficiente calidad del espacio público, prácticamente inexistente, nos responsabiliza a todos por igual.

Porque la solución no está en seguir reproduciendo lo que hasta ahora hemos hecho, buscando para salir del paso, cada cual sus propias soluciones, sino en recuperar la noción del espacio público y encerrándose cada cual como mejor puede para evadir la realidad de lo que afuera ocurre. No sea que por no poner un alto a lo que hoy tenemos de frente, el día de mañana nos veamos lamentando la severidad con la que rutinariamente perdemos libertades sin que a nadie parezca importarle. Pero insisto, para todo ello es preciso que cambiemos nuestros hábitos de pensamiento y salgamos de las coordenadas del victimismo para reconocernos como los propios agentes del cambio que llevamos generaciones anhelando.

*

Pd. A propósito del día internacional de la mujer, no quisiera pasar de dedicar unas líneas: Que el orgullo de existir como mujeres se vuelva una expresión continua de dignificación de la totalidad del género humano, así como una búsqueda permanente por contribuir al desarrollo de una sociedad genuinamente equitativa, en la que nadie tenga porque sentir temor o angustia de vivir o ser quien es. Quisiera verdaderamente poder felicitar a todas y cada una de las mujeres que conozco, pero si lo hiciera, faltaría a la verdad de reconocer que aún hoy, sigue habiendo muchos más atropellos que lamentar y denunciar, que razones para festejar o sentirnos conformes con el estado que la integridad de las mujeres guarda en México y el mundo. Y seguramente seguirá siendo de ese modo, hasta que la dignidad se vuelva más un acto cotidiano de vida, que un principio políticamente correcto. Un abrazo solidario a todas, si no me extiendo más en estas breves líneas, por mucho que quede todavía bastante por decir e invitar a la reflexión, es porque a las palabras y a los discursos se los lleva el viento, y aquí lo que nos urgen son hechos. Comencemos desde ya cambiando nuestro modo de pensar.

marzo 9, 2021

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