Tal como se había advertido a Claudia Sheinbaum le heredan un país caótico, las estrategias fallidas del gobierno anterior, además de los estragos causados que hábilmente se ponían bajo la alfombra para ocultarlos, se han convertido en visibles polvos de esos lodos.
Si bien, inicia con el beneficio de la duda y la esperanza de un cambio para mejorar, en poco tiempo, muy breve, por cierto, ya se han disipado, la continuidad va. No es solamente el proyecto compartido entre quien deja el cargo y la persona que lo asume, también se asemejan en el desprecio por la ley.
De hecho, le han dado seguimiento a su proyecto a través de reformas constitucionales, entre otras, la controvertida relativa al Poder Judicial; así como la militarización de las policías encargadas de la seguridad pública y; la contrarreforma en materia de energía.
Tal como anunciaron desde la campaña, están empeñados y tienen su mirada puesta en llevar a cabo cambios al régimen de gobierno, modificando la Carta Magna y sacando adelante profundas transformaciones en materia de democracia, economía y política, así lo han advertido.
En adición, presumen tener los votos suficientes en el Congreso para hacer las modificaciones necesarias a su forma de pensar, por lo tanto, consideran innecesario dialogar, lo suyo es la imposición.
Mientras ello acontece, el país está que arde, entidades como Sinaloa, Chiapas, Guerrero y Michoacán, por mencionar solo algunas, priva la fuerza de la delincuencia, la autoridad formal está cooptada o sometida, sin que el poder central, dígase la Presidencia de la República, ponga orden, por el contrario, manifiesta abiertamente el apoyo a gobernantes implicados. La conflictividad social en diversas regiones del país, que ameritan contundentes respuestas, tienen que conformarse con mensajes de buenas intenciones.
Estamos transitando por una crisis constitucional y de derecho, sin precedente; en paralelo sumidos en un grave problema de inseguridad; además, en los últimos meses la moneda se ha depreciado considerablemente y, el crecimiento proyectado es precario; las finanzas públicas se encuentran deterioradas, son insuficientes y deficitarias; para completar el cuadro, el clima de polarización está exacerbado, al igual que las relaciones con nuestros vecinos y principales socios comerciales.
Los casos de homicidios se multiplican y algunas de las ejecuciones tienen un fuerte impacto social, tanto por su nivel de crueldad, como por el liderazgo de las víctimas, episodios que han calado hondo en la comunidad. Un claro ejemplo es el cobarde asesinato del Padre Marcelo Pérez en Chiapas, activista social defensor de los derechos indígenas, han dejado en el desamparo a los más necesitados.
Nos hemos acostumbrado a la impunidad y, ahora también se ha puesto de moda el abierto desacato a la ley; la gente tiene temor de ser presa del crimen organizado por un lado y, por otro, se siente desamparado ante la impotencia de hacer respetar sus derechos.
No hay autoridad que proteja al ciudadano en sus libertades, se ha resquebrajado el Estado de Derecho, la impunidad ronda en todo su esplendor y, de los procesos electorales, habrá que preguntarle a la delincuencia organizada que se han vuelto especialistas en la materia.Sin duda, más de lo mismo.
