¿En qué momento decides dejar todo? ¿Cuál es el motivo para iniciar una nueva vida en algún lugar lejano y desconocido? ¿Qué razones te orillan para marcharte, aún, con la certeza de que ya nunca volverás?
Seguramente pocas personas se formularon las preguntas anteriores, cuando tuvieron oportunidad de ver la película “Fresa y Chocolate”, ya que tiene tanto contenido que cada espectador recibe un mensaje diferente.
«Fresa y Chocolate” es una de esas películas que, sin ser una producción que esté sustentada en efectos especiales, o en recursos tecnológicos, puedes volver a ver en repetidas ocasiones y sigues encontrando detalles que, anteriormente habían pasado inadvertidos.
“Fresa y Chocolate” no es una película ordinaria ni está limitada como un producto de entretenimiento, sino como una historia inolvidable, que se disfruta al máximo, si te gusta la política, si te gusta la historia, si te gusta la literatura, si te gusta comer helado, si te gusta la fresa…
Es una película innovadora para su tiempo y su región, que, a través de las circunstancias personales de sus protagonistas, se atreve a cuestionar con toda sutileza temas sociales muy sensibles, no solo para los habitantes de Cuba, que es el epicentro de la temática, sino tal vez, para los habitantes de toda Latinoamérica.
Es que la migración obedece a muchas razones y las condiciones que la acompañan son diversas, pero en este caso, el tema del migrante se presenta discretamente, en segundo plano, de forma individual, como una triste partida, como una emotiva despedida, como un sentido adiós a La Habana.
Sí, la película trata principalmente de las diferencias entre Diego y David, pero en todo momento, (como un elemento sustancial sin el cual todo resulta inexplicable), está presente el sistema socio-político de la isla de Cuba, lo que es bastante atrevido, ya que se trata del país de Latinoamérica revolucionario por excelencia, de un referente de movimientos y liderazgos.
Pero insisto, “Fresa y Chocolate” es muy sutil, y según el espectador, por un lado, puede ver un relato de amor, y por otro, una experiencia sexual; por un lado, puede ver un estudiante idealista, y por otro, un ingenuo joven inmaduro; por un lado, puede ver un hombre astuto y experimentado en el trato social, y por otro, un hombre culto con libertad de pensamiento; por un lado, puede ver decepción, desilusión, desencuentro, y por otro, puede ver oportunidad, superación, crecimiento.
Sin embargo, el modelo socio-político sigue presente escena por escena. Y si le das seguimiento a ese tema y lo colocas en primer plano, entonces puedes entender porque la ideología política puede ser causa fundamental para que una persona que ama su país, se vea forzado a abandonar su tierra natal.
Esta película te hace pensar si te gustaría que alguien más decida qué libros puedes leer; si te gustaría tener la necesidad de tomar precauciones hasta en tu propio hogar para evitar pronunciar un comentario considerado políticamente incorrecto; si te gustaría que el sistema te imponga la actividad a la que te debes dedicar, sin importarle tu vocación, habilidades e intereses; si te gustaría seguir viviendo en la retórica del discurso, o marcharte para siempre si tuvieras una oportunidad.
Si te gusta la fresa, hoy puede ser tu día de suerte…