Quienes piensen que las elecciones del presente año es una disputa entre la derecha y la izquierda están completamente equivocados, el fondo del asunto es mucho más hondo, la amenaza de seguir por el camino del autoritarismo es un riesgo latente que transforma todo el sistema político mexicano.
Por supuesto que no es una cuestión menor, la disyuntiva se encuentra en un punto álgido, las repercusiones del próximo proceso electoral son de tal trascendencia que sus resultados vienen acompañados de un gran impacto en los próximos años.
Es importante destacar que buena parte de los electores o no se han percatado de lo que está en juego, no les interesa o se encuentran obnubilados con la cuarta transformación, situación que provoca gran preocupación en virtud del riesgo que implica la consolidación de un régimen dictatorial.
Muchas de esas actitudes son explicables particularmente en los jóvenes a partir de que no fueron participes en las luchas cívicas, es una generación que inclusive cree que el INE y los Tribunales Electorales siempre han estado presentes en la organización de los comicios; que la transparencia de la información pública nació con el movimiento revolucionario y; las libertades, como ejercicio, práctica y derecho, históricamente se han respetado.
En realidad, han sido usufructuarios de la construcción de un país que tuvo décadas de esfuerzos, luchas y concientización ciudadana, pasando por una etapa de transición, hasta conseguir una transformación que Carlos Castillo Peraza la bautizó como la victoria cultural, dejando atrás una historia de imposiciones.
Lo lamentable del tema, consiste en el retorno al pasado, en esta administración han echado por la borda los ideales democráticos que inspiraron el cambio, regresando a las viejas prácticas que ya se habían superado, surgió el antiguo régimen bajo la figura del gran tlatoani, el todo poderoso y poseedor de la verdad absoluta.
La culminación del sexenio nos coloca en decidir sobre la continuidad de un sistema que gira en una sola persona, autárquico y omnipotente o el régimen constitucional que se hace descansar en equilibrios, con pesos y contrapesos, esa es la disyuntiva.
Tampoco es una opción volver al pasado, menos aún permanecer en el presente, lo conveniente es construir el futuro a partir de la oportunidad que nos brinda el proceso electoral. En esa virtud no vamos a elegir personas sino lo que representa cada una de ellas, en esta ocasión la decisión tiene como eje central el sistema político y de gobierno que queremos.
De ahí el meollo de la cuestión, estamos incursionando en un ejercicio electoral de gran magnitud, pues de nosotros depende el destino del país y de las nuevas generaciones que serán quienes hereden como beneficiarios o victimas la decisión que vamos a tomar el primer domingo de junio.
En ese orden, es dable decir que no estamos frente a una contienda entre candidatas, sino llevando a cabo un plebiscito en relación con el régimen político; al sistema democrático; a las libertades y derechos, entre estancarnos en el presente o mirar hacia adelante.