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jueves, septiembre 19, 2024
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EL ÚLTIMO VAGÓN

Con la actuación estelar de Adriana Barraza, “El último vagón” es una película enternecedora, una historia que le regala al espectador una dosis de nostalgia y de reflexión, como todas las películas que se cuentan añorando lo que se fue; es una pequeña ventana al México del siglo pasado, para observar de cerca los rincones de las zonas desérticas alejadas de las grandes ciudades; es una fotografía del México sustentado en el ambicioso proyecto ferroviario, que revela los cimientos estructurales para el industrialismo, el turismo nacional, y el comercio internacional.

También se trata de una panorámica sobre la niñez ingenua, en la que se pregunta, se explora, se sueña, se sufre, se descubren cosas nuevas. Una niñez marcada por la madurez forzosa del carácter, de la repentina sacudida del destino, de la inevitable pérdida de la inocencia, en el mejor sentido de la expresión.

Una niñez abrazada por las carencias económicas, por el asedio del analfabetismo, por el coqueteo de la vagancia. Una niñez que no sabe de aspiraciones, que desconoce los incentivos, que ignora la línea de la escala social. Una niñez que no imagina hacia donde se dirigen sus pasos y que hace de cada día, de cada momento, una interesante aventura.

En este relato, se nos muestra la vocación docente como un último refugio para la soledad y el abandono. El trabajo docente comunitario es una actividad que requiere vocación, entrega, y disciplina, pero que, al verse rodeado por la soledad y el abandono, se vuelve todavía más exigente y demandante.

Sin duda, el magisterio comisionado a las demarcaciones rurales, debe tener una y mil historias que hagan recuento de los grandes méritos, las increíbles anécdotas, y los múltiples retos que debieron ser superados por tantos docentes que se vieron envueltos en esta digna tarea, sin embargo, “El último vagón” nos presenta una maestra excepcional, una maestra que deja huella, que se interesa sinceramente por la enseñanza, que se conduce ante sus alumnos con todo el respeto que debe prevalecer entre ambos, pero que se involucra en su vida tocando las fibras sensibles de su ser, para que se inserte en ellos, el ánimo de superación personal.

La vida en los campamentos del ferrocarril es un referente del arduo trabajo que ha servido al desarrollo de la nación. Muchas personas dejaron sus vidas, sus esperanzas, sus sueños en los rieles del tren, en los pesados durmientes, en las inmensas vías colocadas para el paso de las locomotoras, y ahí, perdidos en medio de la nada, en medio del anonimato, construyeron con todas las inclemencias, una infraestructura que funcionó como fortaleza para el crecimiento de la economía de este país.

La vida en los campamentos del ferrocarril seguramente fue precaria y con toda clase de limitaciones, y debió contener mucho dolor, mucho sufrimiento, y mucha tristeza. Hoy en día, cuando nada tiene valor intrínseco para las generaciones jóvenes, vale la pena y es un placer, disfrutar una película que nos conmueva y nos haga viajar en “El último vagón”.

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