El transporte público en San Luis Potosí, un problema de no terminar nunca.
En la ciudad donde vivo, el servicio de transporte público promete subir de los 11 pesos que hoy cuesta, a 11.50 o incluso 12 pesos –y espérate hombre, lo más seguro es que va seguir subiendo sin que nadie diga nada, ni pueda evitarlo. Me han dicho en tono de burla algunos conocidos. Y mientras aprieto los dientes con total enfado pienso: Si así como están buenos para pedir aumentos de cuota los transportistas, estuvieran para dar con buenos modos y eficiencia el servicio que prestan, otra nos cantara.
Pero vamos ¿por qué si año con año sube la cuota de camión, jamás vemos que el servicio se extienda con regularidad hasta las 12 de la noche como ocurre en cualquier ciudad decente del primer mundo? ¿Qué me van a decir? ¿Consigue más y mejores ingresos para no estar tan jodido necesitando un servicio irregular y deficiente? ¿Culpa de quién carajos es la cosa? ¿Gobierno, ciudadanos o permisionarios y demás prestadores de servicio? ¿Qué será de mayor provecho para todos, servicios que se extiendan con regularidad y que verdaderamente funcionen de manera razonable, o que cada cual le haga como pueda? Veamos pues algunas ideas al respecto.
¿Que por qué hablo de lo mal que funciona el transporte público en esta ciudad? Sencillamente, porque no encuentro otro modo de decir, lo mucho que me disgusta, y lo problemático que como usuario resulta, tener un modo económico de trasladarse con seguridad más allá de las 9:00 p.m. Porque cuando el chófer no completa la ruta, le da por no quererse parar.
Razones para ello habrá de todo tipo, y van desde que, no tiene caso completar la ruta si sólo van a subir al camión 2 o 3 personas en todo el trayecto; a veces es ya muy noche para completar la ruta, que para el momento que los chóferes paran están tan cansados, que continuar sería peligroso –dicen otros. Además, a como están las cosas con lo de la inseguridad, para qué andar fuera de casa después de las 9:00 p.m. –sugieren algunos más. Y pienso: pero que argumento más interesante, el disfrute de la noche y el espacio público, como patrimonio exclusivo de los que pueden pagarse también su propia seguridad.
Nadie duda que pensar en una jornada laboral tan larga para los camioneros, que empiece a las 5:00 a.m. y termine concluyendo más allá de las 11:00 p.m. –aunque la de un taxista dura 12 horas–, sería un tema controversial, después de todo, la posibilidad y utilidad de otras opciones no es del todo clara, pero insisto, ¿es ese argumento suficiente para establecer en modo implícito que en esta sociedad existan ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, y que el disfrute de una condición o de otra termine por recalar hasta en el modo como se puede uno trasladar en una hora tan crítica como es la noche, más si se considera que el promedio de la gente no dispone los medios suficientes para elegir con comodidad opciones diferentes a las que ofrece el sistema de transporte colectivo?
¿Camiones de 5:00 a.m. a 12:00 p.m.? Pero qué tonterías dices, ¿te imaginas lo que sería? –me dijo hace años una amiga cuya familia se dedicaba al transporte público. –¿Y por qué no? Respondí algo mosqueado. –¿Estás loco? ¿Te imaginas qué tendríamos que hacer e invertir para que algo así sucediera? –Obvio que lo sé, ¿pero por qué no? –Pues porque no sería ya negocio; si así, a duras penas sacamos lo que sacamos –me dijo esbozando una sonrisa burlona.
–¿Y cuál es el problema? –respondí ya visiblemente enojado. Hace 20 años que vivimos se supone, en una economía de mercado globalizada y competitiva ¿no? Pues que estén en el negocio los que puedan competir dando el mejor servicio posible, y los que no, pues ya vendrán otros modos de ganarse honestamente el pan de cada día. Además, eso de ganar $800’000 por unidad al año –si no es que más–, no está nada mal, más si consideras que el salario mínimo en el país oscila entre los $180 y 250 $ al día. –¿Y vivir como los jodidos? ¡Estás pero que si como operado del cerebro! El camión, para que te lo sepas, es para los que no tienen dinero –respondió segura y tajante. Al tiempo que añadió; si no les gusta el servicio, pues no lo usen y ya. Vaya loqueras las que dices, sólo a ti se te ocurren cosas así.
Te diré –le atajé por demás irónico–, hasta donde recuerdo, en mi infancia cuando viví en Canadá y Estados Unidos, cualquiera podía perfectamente tomar camión después de las 10:00 p.m. E incluso volver a casa pasadas las 12:00 p.m., porque sabías bien, que el camión pasaría a una hora específica, sí o sí. Además se podía usar el camión tanto como lo necesitaras por una sola cuota al día. Lo que pasa es que no entiendes –me dijo muy resuelta. Esto es México; si tanto te gusta vivir como dices que lo hacías en otro país, qué carajos haces aquí, mejor vete –respondió con total disgusto. Y qué razón tenía, sigo sin entender cómo es que se supone que funcionan las cosas en México. Un país raro, cuya sociedad –según dicen muchos– siempre ha anhelado vivir como en Europa, Estados Unidos, Canadá y el primer mundo en general, pero que en realidad, jamás hace nada concreto para que en efecto sea de ese modo.
Es que sería mucho pedo hacerlo; ¿Te imaginas qué van a decir si nos organizamos, que alguien más nos mueve?; ¿O sea güey que oso, cómo se te ocurre usar camión?; No imposible, ni le muevas mano, aquí así funciona, no se puede hacer nada, en México las cosas jamás van a cambiar, mejor adáptate cabrón; Lo que tienes que hacer es tan fácil como dejar de pensar en los demás y preocuparte nada más por ti, así de sencillo, cada quien su pedo, que le hagan como puedan; ¡Ay pero que estrés contigo! Tan fácil como que compras coche, moto, te vas en bici, o te subes a un taxi y listo –me han dicho muchas veces propios y extraños, ideas todas que me llevan a preguntarme: ¿Es que en esta ciudad todas las soluciones disponibles para suplir la ausencia de servicios públicos eficientes y accesibles, son a cargo personal? Sin comentarios.
En ese sentido, es conveniente decir que, si bien algunos hablan de lo necesario que resulta esta impopular medida de aumento a la tarifa del transporte público, toda vez que se dice, el precio de la gasolina ha subido de forma importante, y en consecuencia la medida de aumentar el costo del servicio es lo más lógico. Dicha consideración pasa por alto que hasta donde sé, la gran mayoría de las unidades que actualmente circulan en esta ciudad no usan gasolina sino diésel, el cual si bien también ha subido, tiene un costo menor, sin contar que para variar, su consumo se encuentra subsidiado por el propio gobierno que otorga un precio muy por debajo del costo real a los transportistas, así las cosas es inevitable preguntarnos: ¿A qué mierdas juegan los que buscan justificar lo indefendible?
No señores, no nos hagamos tarugos, si se saca cuentas de lo que todo esto significa, cualquiera puede darse cuenta de la naturaleza abusiva que la cuestión supone para el ciudadano de a pie, en ultimas de lugar, si los permisionarios no pueden o quieren dar un buen servicio a un costo accesible, la cuestión es muy clara, expropiar en beneficio de la sociedad y someter las líneas a concurso de dos o más empresas privadas, para que a través de la competencia se auto regule el costo del trasporte público, y vamos a ver como no tendremos mejores condiciones de servicio y precios más justos.***
Ojo. La reflexión aquí comparto, la escribí originalmente para un medio en redes, cuando la tarifa de transporte público subió a $7.60, –imagínese pues ya cuánto de eso–, sin embargo, la cosa sigue exactamente igual desde entonces, e incluso en algunos rubros, como la periodicidad y/o la espera de unidades, estamos mucho peor, pero eso sí, año con año las tarifas siguen subiendo, sin que semejante incremento venga siquiera acompañado de mejoras sustanciales en la calidad del servicio. Me pregunto: Considerando que ya la tarifa está en $11.00, y promete seguir subiendo, sin que nada mejore en realidad. ¿Cuántas veces más podré seguir compartiendo la idea sin que esta deje de estar totalmente vigente? Es francamente vergonzoso, pero todo esto y más promete seguir ocurriendo mientras nadie se inconforme o siquiera levante la voz; que vamos, ya hoy en día, ni siquiera los estudiantes universitarios, que históricamente eran los que mayor visibilidad le daban al disgusto por tan terrible servicio de transporte público, tienen el arrojo y/o valor de expresar su preocupación y/o disgusto. Así las cosas, está claro que no sólo nada ha de mejorar, encima es altamente probable que siga desmejorando, pero no pasa nada, así justo como están las cosas en este tema y otros parecidos, es que lo tenemos bien merecido por timoratos, cobardes y desorganizados.