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viernes, noviembre 22, 2024

EL PAPALOTE…

En una entrevista al escritor colombiano Gabriel García Márquez, le preguntaban sobre el origen de todos esos personajes míticos y emblemáticos de sus novelas, qué le inspiraba o cuál era la técnica para crear cada protagonista, alegre respondía que eran sus vecinos, su familia, sus amistades, las personas que así sin más se encontraba.

En el ejercicio de la lectura descubrimos que, cuando el escritor o el poeta le dan forma a sus ideas y las sueltan al viento, el lector o lectora le toca la parte (si quiere y puede) de apropiarse de ellas a su manera; así se aprende a leer la historia, la novela, la canción, la poesía, justo cuando la letra traspasa los recuerdos que se guardan en la memoria o en el corazón es entonces cuando el verso y la frase cobran un sublime sentido de pertenencia.

Silvio Rodríguez, es un cantautor, guitarrista y poeta cubano, el máximo exponente de la música de su país surgida con la Revolución cubana, de cientos de canciones aprendidas de memoria solo hay una que pude ponerle rostro, porque el sobrenombre es el mismo. Es una composición que se refiere a una persona que tenía una vivienda hecha de ruinas y de misterios, picaba piedras para ganarse unos pesos, tenía la mejor resortera, construía papalotes de todos los precios, los baratos eran para los niños del pueblo y los caros eran unos pájaros perfectos de muchos colores que ya en el cielo parecía que cantaban y esos solo eran para los que mandaban y tenían. Narciso era un personaje de los afanes, los niños lo seguían porque era dadivoso, al igual los amigos de parranda, un día se ausentó y solo entonces la gente del pueblo le respeto y le puso bella corona que muerto al fin lo hicieron persona.

José era igual, solo que el lugar de hacer papalotes hacía nieve de sabor de guayaba. Debió de ser un oficio de sus ancestros, porque era lo único que sabía hacer, contaban que de niño un cohete le explotó en la mano y le mutiló los dedos de la mano izquierda. Su presencia era indispensable en la calle principal, frente a la iglesia.

Después de que falleció su madre se quedó solo en una vivienda igual a la de Narciso, su familia eran esos compas de parranda que por unos pesos le ayudaban a hacer la nieve. Callado, respetuoso, educado, con la amabilidad y la alegría encimita de la piel. Y listo, siempre sabia quien podía comprar hasta tres rondas de barquillos si pretendiese o aquel que contaba peso a peso para ajustar solo uno, y no había problema, porque en esos casos, José sabía dar pilón. Los amigos de su parranda eran los leales, lo acompañaban tras el triciclo, lo sonsacaban mientras vigilaban el triciclo, una vez, el famoso triciclo encabezó la peregrinación de toritos porque era el que llevaba los cartones de cerveza. En un noviembre se marchó y tal vez para el pueblo el día más importante de su existencia fue el de su partida, pero hay hombres que como dice Silvio Rodríguez, que no caben en la muerte, hay hombres que caben en canciones, José, es uno de los elegidos.

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