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viernes, noviembre 22, 2024

EL AMOR ES DIGNIDAD

Es bueno ser amable sí, pero no es buena idea decidirse a serlo con quien no lo merece. Uno podrá ser todo lo leal que se quiera, pero si lo decide ser con quien no está en un mismo nivel de pensamiento y correspondencia, terminará siendo caso perdido. Es mentira que el amor más puro debe ser necesariamente incondicional. Ahí donde no hay reciprocidad, no existe cariño sincero posible.

Porque si el amor que sientes por tu pareja tiene como condición el terminar pasando por encima de ti mismo, podrás sentirte muy a modo o afines en gustos y perspectivas de vida, e incluso quererla demasiado, pero difícilmente el sentimiento que le profesas valdrá la pena. Porque cuando el costo de cultivar una querencia, implica minar tu propia estabilidad emocional, es tu dignidad personal la que queda en entredicho. Y esa, por si no te habías dado cuenta antes, es irrenunciable. En tales condiciones no existe otra posibilidad que apostar por decir adiós y pasar de hoja lo antes posible. La cuestión es tomar las decisiones necesarias teniendo el valor autorrespetar lo que decidimos.

El punto es que cuando dejas a alguien porque no te sientes realmente valorado, es fundamental tener la congruencia personal de respetar las decisiones que nosotros mismos hemos tomado; quizá no debería decirlo de ese modo, pero de todos modos lo diré, tanto por las implicaciones prácticas que conlleva, como porque no funciona mal hasta como un consejo: las dudas suelen ser negativas cuyos detonantes o motivos aún no hemos asumido del todo; si dudas entre quedarte o irte, significa que no estás en el lugar indicado, y mejor es que te vayas antes que quedarte, cada vez a un costo más alto en tranquilidad.

Que no es nada fácil decidirse a irse, ni dudarlo. Y no lo es porque nuestra propia mente nos juega a veces muy malas pasadas distorsionando los recuerdos. La verdad es que si se trata de ser sinceros, todos alguna vez nos hemos tragado nuestras palabras y/o dignidad por mendigar un poco de cariño; porque hay que decirlo claramente: la mente es cabrona, y cuando cortamos nos acordamos más fácilmente de lo bonito, de lo que alguna vez fue bello y maravilloso, que de lo que nos ha llevado al límite, al punto de que nos vemos minimizando las razones que nos han llevado a separarnos; entrando en una espiral de incertidumbre de la que no vemos claro cómo salir, porque no tenemos referentes saludables para decidir.

El resultado de semejante situación, es que vamos y venimos varias veces con personas que en distintas oportunidades nos han dado muestras claras de que no saben y/o quieren o están dispuestas a amarnos y respetarnos como realmente todos merecemos: con sincero compromiso y permanente reciprocidad. Ese es también el motivo por el que más tarda uno en volver con esas personas, que en darse cuenta que a su lado no se puede estar y volver a irse otra vez.

Somos tan injustos con nosotros mismos, que con más frecuencia de la que deberíamos, nos volvemos capaces de conformarnos con muy poco; algunos se quedan con personas que no las respetan, incluso que las lastiman física y/o emocionalmente, que porque al menos se entienden bien en la cama; otros se quedan con personas que a lo mejor les tratan con decencia, pero de quienes no están realmente enamorados; no falta quienes se quedan sólo por la comodidad y/o estabilidad que les ofrecen; algunos más se quedan con personas con las que no tienen ni buena amistad, ni buena cama, sólo porque ya llevan muchos años juntos y quesque, qué van a decir los amigos, la familia o los hijos si se separan. Y al final, el caso es que ninguno se permite encontrar un cariño a la altura de lo que verdaderamente merece.

Cuando el costo de sostener una relación, cualquiera que esta sea, –lo mismo da si se trata de una relación profesional, un vínculo de amistad, una relación de pareja, incluso una relación de parentesco–. implica terminar pasando por encima de ti mismo, o renunciando parcial o totalmente a aspectos vitales de tu propia existencia, –como sueños, anhelos y/o realizaciones–, que por su importancia comprometen tu sentido de utilidad y hasta tus propósitos de vida, ten el valor y la entereza de sostenerte para contigo mismo, porque no hay nada más triste que una existencia carente de significado por cobardía y/o complacencia; tenlo siempre muy presente: tu felicidad y estabilidad emocional, no son negociables. La dignidad propia no es una opción, es una prioridad.

Un duelo emocional frente a la ruptura de una relación que no da ya más de sí, o que no va a ningún lado, es la decisión entre permanecer en un dolor inútil y continuo, y tener la audacia de cambiarlo por otro dolor útil, pero pasajero y además reparador. Porque aunque no te han de faltar la dudas de si estarás o no haciendo lo correcto, o de qué irá a pasar más delante, la realidad es que ahí donde no hay paz interior, ni mutuo respeto, podrá haber muchos recuerdos y vivencias compartidas, incluso mucho cariño en función de lo vivido, pero de poco servirá que te quieran mucho, si ese sentimiento tiene como precio tu propia estabilidad emocional o incluso la libertad de ser tú mismo.

Todos nos damos cuenta cuando algo no da ya más de sí, pero no todos resolvemos la cuestión como sería prudente hacerlo, (nuestra integridad personal física y o emocional no será jamás negociable). En todo caso, para enfrentar con éxito cualquier condicionalidad que ponga en entredicho nuestra dignidad personal, lo que hace la diferencia es la determinación de superar los apegos.

En todo caso, lo que si ha de quedar en claro –por mucho más cuando hay hijos de por medio–, es que si nuestra propia dignidad no es razón suficiente para apartarnos de quien dice amarnos, pero no pierde la oportunidad de degradarnos, al menos es imperativo irnos por amor a los propios hijos. Poco importa que se les quiera educar a base de muy buenos consejos, esmerándote incluso por darles lo que creíste que te faltó, si vas a pasar por egoísmo y comodidad de la responsabilidad de poner en práctica lo que se supone crees. Porque enseña más el ejemplo que la prédica. Luego entonces, si cultivas vínculos afectivos que te hacen la vida un infierno, no te preguntes el día de mañana por qué tus propios hijas son capaces de soportarle todo a tipos que las tratan como si fueran basura; o por qué será que tus hijos se sienten toda la vida hechos mierda.

Porque ahí donde hay violencia o malos tratos e insultos e injurias o faltas de respeto al por mayor, de los golpes físicos se podrán recuperar, pero las puedas ver o no, las heridas psicoafectivas habrán de permanecer mucho tiempo y pueden llegar a comprometer la vida de quienes amas, en modos que jamás pensaste que podría suceder. Si tú misma no eres suficiente razón, carajo, al menos piensa en tus hijos. El amor es dignidad, nadie debiera conformarse con menos.

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