25.4 C
San Luis Potosí
lunes, septiembre 16, 2024
Alta en whatsapp Visión Noticias

¿CUÁLES SON LOS LÍMITES DEL RESPETO EN UNA PAREJA?

El respeto que le tienes a tu pareja, es inversamente proporcional a la cantidad de tonteos que por comodidad, vanidad o aburrimiento mantienes con terceras personas. La seriedad de lo que una pareja tiene, si bien se halla en buena medida condicionada por los arreglos consensuados que sus integrantes establezcan, se encuentra sostenida por el diálogo permanente para establecer no sólo límites, sino además para comprometerse en respetarlos por convencimiento propio.

Para decirlo con total claridad: Si tienes que estarle pidiendo a tu pareja que se dé a respetar, o que no juegue con señales ambiguas para con terceros, sencillamente ahí no es; porque o no te merecen; o no están aún listos para lo que estar sólo con vos significa. Si pese a todo te obstinas en permanecer ahí donde no te respetan o donde sencillamente no saben ser mutuamente recíprocos, la culpa no será de quien te lastima o te falla de forma sistemática, –revelando que no están en la misma sintonía–, sino de quien por codependencia se vuelve capaz de tolerar que lo que sea por no llegar a sentirse solo.

Si has de ser buena persona, comienza por tratarte a vos mismo con absoluta justicia amorosa, y deja de querer insistir en encajar con quien no está dispuesto a serte fiel y leal a un mismo tiempo. Nadie está para recibir menos de lo que auténticamente merece. Luego entonces, deja de conformarte con tan poco, y atrévete en cambio a conquistar lo que te corresponde.

Y si no vas a hacerlo, porque te pesa o no te sientes a la altura de asumir semejante compromiso, al menos ten el valor y/o la madurez de reconocerlo e irte, antes de consentir en la cobardía de sabotear lo que se supone que llevas una vida buscando o defendiendo. Porque tan mezquino es el que –ya teniendo pareja–, por comodidad o vanidad sigue jugando a alimentarse el ego buscando o alentando los tonteas y/o las atenciones con terceras personas, como el que por carencias sucumbe al temor de no merecer un cariño honesto, maduro y sincero.

Ojo con el tema, la cosa no es promover radicalismos y/o posicionamientos aislacionistas que nos terminen constriñendo o segregando del mundo de tal modo, que se opte por pasar de todos a le menor señal de intervención de terceros, sino solamente, ser brutalmente sinceros con nosotros mismos y reconocer, así como desactivar, aquellas vinculaciones en las que subyace un interés que claramente excede o sobrepasa la genuina amistad; ya porque existe atracción de alguna de las dos partes, o incluso de ambas.

Ahora que bien, si no se está dispuesto a autolimitarse por propio convencimiento en el nombre de la persona con la que se supone que estamos, es claro que no estamos aún listos para asumir una relación verdaderamente seria y/o estable. El problema de semejante planteamiento, es que nos guste o no, exige hacernos cargo de amistades y/o vínculos que claramente no son lo que parecen, o sobre los que por mucho que intentemos autoconvencernos de que no hay segundas intenciones, está claro que existan indicios de lo contrario.

Lo cual de paso implica reconocer, –por incómodo que pueda ser–, que a veces existen y/o se sostienen relaciones de cercanía, no tan amistosas del todo, que se mantienen, ya por conveniencia o utilidad práctica, lo mismo que por vanidad o necesidad de validación mal encausada, cual si la autoestima dependiera necesariamente de la reacción que otros tienen de nuestra propia persona. Visión más cercana a la del ego, que a la de una autoestima sanamente construida.

Desde luego que no han de faltar quienes quieran autoconvencerse de que mantienen en su órbita de convivencia a personas que alguna vez jugaron un papel crucial en sus vidas, por mera nostalgia y/o agradecimiento, sin faltar quienes lo justifican en el nombre de una pretendida madurez vivencial. Pero no hay porque hacernos tontos, la persistencia con la que recuerdas el pasado, es inversamente proporcional a la satisfacción que sientes con tu presente. Cuidado de involucrarte con personas que están más pendientes de lo que fue o no pudo ser, que de lo que hoy es o tienen. Porque es casi seguro que aun si no lo pretenden de ese modo, tarde que temprano terminen lastimándote, o peor aún, incluso fallándote.

Cargar a cuestas demasiado pasado, o incluso insistir en cargarlo por los motivos que sea, lo mismo da si es por nostalgia, agradecimiento o inconformidad, es una invitación al autosabotaje. Es preciso aprender a respetar lo presente como lo que auténticamente significa seguir con vida y feliz de nuestro ahora, para no terminar invocando motivos que nos hagan permanecer encariñados con el pasado. No sea que cuando por fin consigamos malograr lo que hoy tenemos, termines lamentándonos de no haber sabido corresponder como cabía aquí y ahora.

Porque si hemos de hablar de límites necesarios y/o correspondientes en una pareja, es preciso comenzar hablando de los límites entre el pasado y el presente. Quien por los motivos que sea no es capaz de dejar de mirar y añorar lo que fue o incluso lo que no terminó por ser, está claro que no está en el grado de desarrollo anímico necesario para estar en una relación presente, pero además recíproca. Porque una pareja para pensar en serlo, tiene que serlo necesariamente desde la mutua correspondencia no sólo de afectos y sentimientos, sino también y fundamentalmente de compromiso y responsabilidades.

Que te quede claro: donde no hay reciprocidad, no hay pareja. Y si no existe una pareja, no hay relación por la que luchar para salvar. Si sólo uno de dos le pone empeño, no hay compromiso; y perdón que lo diga así, pero si no hay compromiso, no hay entonces nada. Podrá haber cohabitación, incluso vínculo o asociación por necedad, utilidad o mutua conveniencia personal, pero pareja, lo que se dice una pareja, o una auténtica relación, si no hay reciprocidad, es imposible.

Es necesario por tu bienestar, paz y/o tranquilidad personal, dejar de confundir codependencia con relación. Las codependencias son vínculos tóxicos, que asfixian, limitan y degradan, e incluso, –si lo permites–, pueden llegar a destruirte. Y si tu propio malestar, no es lo suficientemente significativo para que busques autoprotegerte, tienes la impostergable tarea de grabarte a fuego, –como si tu vida dependiera de ello–, que nadie, por más mal que le haya ido en la vida, está para andarse conformando con tan poco.

Te puede interesar

ültimas noticias