El concepto de la beca es algo que actualmente genera bastante confusión, ya que recibir, en especie o en dinero, cualquier “apoyo” con maquillaje de programa social, no es precisamente lo que en algún momento se estableció como beca, como un patrocinio económico para alcanzar un objetivo en base al mérito.
Generalmente la beca se asociaba con un tema escolar, sí, con la gente que mostraba las cualidades para proyectarse como un profesionista excelente, pero que por razones pecuniarias le resultaba complicado, y a veces fuera de su alcance, continuar con una trayectoria académica que lo llevara a convertirse en un profesionista distinguido, y al mismo tiempo, en un activo para la vida productiva de la sociedad.
Este concepto se basaba en el esfuerzo constante y en el trabajo arduo; en la dedicación del mayor tiempo posible a la educación de calidad; en la capacidad de sostenerse como un alumno excelente, con la posibilidad de aportar valor a las instituciones, ya sea científico, cultural o deportivo.
Pero un día, ese concepto se acabó en nuestro país, y las ideas de superación, y de vanguardia, y de méritos, fueron sepultadas, o al menos, se desvanecen poco a poco, y lo que antes resultaba propicio para ser merecedor indiscutible de una beca, hoy en día, todos lo sabemos, no le importa a nadie.
La mayoría de las becas del sector público, las que se difunden ampliamente, se convocan, se autorizan, se distribuyen, se entregan, y se invierten, partiendo desde otras perspectivas muy diversas, que muy poco tiene de relación con un proyecto profesional, y que dejan al margen los méritos y la excelencia. Se acabó.
Para reflexionar aún más sobre este tema, podemos recordar aquella bellísima película estadounidense de 1999, apta para toda la familia, titulada “October Sky”, traducida al español como “Cielo de Octubre”. Esta película, basada en hechos reales, está situada en un pequeño pueblo minero a mediados del siglo XX, en el contexto del lanzamiento del satélite Sputnik por la Unión Soviética. Un hecho que sirvió como inspiración para que el joven “Homer Hickam”, personaje central de la historia, al ver aquel cielo de octubre decidiera dedicar su vida a la ciencia.
Esta película nos muestra cómo para este joven, obtener una beca universitaria era el único recurso para tener una vida diferente, fuera y lejos de aquella pequeña comunidad, que lo único que le ofrecía era el trabajo rutinario, la austeridad obligatoria, una precaria vida social, y en general, un monótono futuro traducido en frustración e insatisfacción constantes.
Pero la beca universitaria, en la historia de “Homer Hickam” no era tan solo estirar la mano y recibir dinero. En su caso, ser merecedor de una beca universitaria representó un momento de madurez, en el que se plantea un propósito y se trabaja fuertemente para conseguirlo, en el que se aprende a intentarlo innumerables veces, a detectar las fallas y corregirlas, a pedir ayuda, a tocar cuantas puertas sean necesarias, a trabajar coordinadamente en equipo, a concentrarse en un proyecto y desarrollarlo de forma teórica y práctica, a escuchar propuestas y tomar decisiones conscientes y responsables.
Por ello, “Cielo de Octubre” es la narración de una lección de vida, en la que los méritos académicos son la columna vertebral para construir una trayectoria profesional, digna y exitosa, con base en el esfuerzo y el aprendizaje.
Y así, termina por ser más que una entretenida película, para convertirse en una referencia a quienes siguen creyendo y confiando en lo que poco a poco se va desvaneciendo en nuestro país: el mérito académico.
P.D. Que tengas una Feliz Navidad 2022.