En el recuento anual el 2020 fue un año lleno de tragedias; promesas incumplidas; devastación, muerte y; palpables retrocesos. De vivir en un país con altos índices de felicidad, hemos transitado a una nación con grandes preocupaciones y desolador panorama.
El 2021 tampoco transita con resultados halagüeños, las constantes prácticamente se mantuvieron, los cotidianos sobresaltos continuaron durante todo el año, máxime que la principal atención se centro en los procesos electorales que siempre son motivo de especial atención.
El Primer Mandatario fiel a su personalidad, tuvo un papel protagónico aprovechando su posición, hizo cuanto pudo para alterar la equidad en las contiendas, inclusive desestimando los llamados del árbitro electoral para que mantuviera una postura neutral, de principio a fin estuvo desplegando una conducta evidentemente injerencista.
Que decir del clima de violencia, nunca como ahora existieron tantas ejecuciones y atentados contra candidatos, la mano del crimen organizado para influir en los procesos electorales se hizo presente, aspecto por demás preocupante, el clima de terror fue palpable.
Los primeros meses del año inició la confrontación con el INE, de hecho, Mario Delgado líder de Morena, en el mes de marzo sentenció que debía renovarse o exterminarlo y, desde entonces, los ataques en su contra no han cesado.
Se inauguro el ejercicio de la consulta popular, a través de un cuestionamiento ambiguo, amañado, perverso y caprichoso, la pregunta, además de ser un galimatías, carecía de efectos prácticos. La intención, según el titular del Poder Ejecutivo, consistía en decidir si aplica o no la ley, en contra de los expresidentes, aspecto que no puede ser motivo de una consulta, sino de cumplir con una obligación inherente al cargo. Los resultados eran previsibles: baja participación, con altos costos, dinero tirado a la basura.
Las persecuciones políticas a la orden del día, se ha ensañado contra Ricardo Anaya, Francisco García Cabeza de Vaca y, un importante grupo de investigadores, a quienes ha calificado de delincuentes; en contraste, defiende a personajes cercanos a su administración que han incurrido en cuestionables conductas, protegiéndolos con el velo de la impunidad.
El combate a la corrupción ha sido un fracaso; la inseguridad permea por todo el país, las ejecuciones y desapariciones se encuentran en su nivel más alto; la inflación igual; la carencia de medicinas sigue azotando a los menores con cáncer, condenándolos a agravar sus padecimientos.
Pretendió imponer al Ministro Presidente de la Corte, bajo la consigna de que los demás no le inspiraban confianza, por un tiempo mayor en el cargo del establecido por la Constitución.
Se peleó con el Juez Gómez Fierro, calificándolo de parcial y acusándolo de enchuecar la ley, porque no estuvo de acuerdo con sus determinaciones. En cambio, minimizó la tragedia de la Linea 12 del metro, donde perdieron la vida más de 25 personas.
Que decir del incremento de la pobreza, cuando sus preocupaciones están enfocadas en sacar a Claudia Sheinbaum, en la candidatura presidencial, la que abrió prematuramente, al igual que el refrendo del mandato, que no revocación, ejercicio que solo sirve para su ego personal.
En fin, el año nos deja lecciones y, sobre todo, preocupaciones.