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viernes, noviembre 22, 2024

EDUCACIÓN SIMULADA

Un comentario personal políticamente incorrecto sobre la educación en México.

Yo no es que comulgue con una visión elitista de la educación, porque no hay nada más decididamente alejado de mi ideal de educación, que la visión de una educación hecha y/o modelada para preservar los intereses de las clases privilegiadas, pero si se me da a elegir entre formar nuevas generaciones para replicar un modelo de educación universitario que se simula así mismo, porque está hecho para rebajar el nivel de la discusión hasta el punto de vulgarizarlo y/o terminar convirtiendo sus contenidos en una pobre imagen de lo que debieran de ser.

Deformando en exceso las grandes discusiones intelectuales del pasado, hasta convertirlas en meras imágenes e infografías, para hacer pedazos lo que ha tomado siglos construir en bibliotecas que cada vez se leen menos, –porque ya casi nadie encuentra ninguna utilidad práctica en irse a sentar por horas en silencio, a leer para entender el mundo en el que vive, lo mismo que para entender qué pensaban del propio mundo todas aquellas mentes que nos precedieron–, prefiero en cambio no participar en semejante atrocidad.

Por vergonzante que me parezca decirlo así sin más, me queda muy claro que la universidad no es para todos, y que si para hacerla para todos, se tiene que terminar haciéndola una simulación de sí misma, con los maestros convertidos en payasos para mantener atentos a los estudiantes por una hora, mejor es que no todos intenten cursarla.

Porque el daño colectivo que como sociedad se hace sobre de todos, pretendiendo matricular y/o titular personas que no tienen la más mínima hambre por esforzarse, es francamente de dar pena. En tales condiciones nuestras universidades terminarán siendo en unos años, –si no es que ya lo son desde este momento–, auténticas productoras de desempleados, de personas incapaces de lidiar con la frustración y/o la presión de ambientes laborales hostiles.

Me da mucha tristeza el daño que se le hace a las nuevas generaciones cuando se le pide a un maestro que rebaje lo más posible sus explicaciones, que no explique cosas que discrepen con el canon oficial del conocimiento, y que de ser posible lo explique todo con dibujitos, esquemitas y/o videos de no más de 3 o 4 minutos, quesque para que no les duela la cabeza a los muchachos, porque más que eso es imposible que entiendan.

No, no quieren estudiantes en el sentido integral de la palabra, ni siquiera buscan juventudes críticas, despiertas, con consciencia de clase y/o con ganas de salir adelante; les aterra formar agentes de cambio capaces de decidir por ellos mismos; lo que quieren son obreros del conocimiento.

Personas aletargadas, adoctrinadas, sin razones para preocuparse por pensar en un mañana, pero que te puedan hacer apenas dos o tres cosas bien, y de ser posible que te lo aprendan jugando o con aplicaciones en redes, para no mortificarse más allá de cumplir con un papel decidido o asignado desde antes de nacer, por gentes y/o grupos de poder de los que ni siquiera son conscientes, pero que desde generaciones atrás le vienen haciendo la vida miserable a esos mismos chicos y sus familias.

Hombre, no te estreses, rebájalo, sintetízalo, explícalo lo más abreviado posible, que no dure la explicación más de 15 minutos, de ser posible incluso 10 minutos; ve al grano, con autor, año, nombre de la corriente y dos o tres conceptos claves, no más. No intentes que relacionen una cosa con la otra; ponles vídeos, ponlos a jugar, que se diviertan, que se la pasen bien, que no se estresen. ¿Le parecen irrisorias y/o fuera de la realidad estas recomendaciones para chicos que están por entrar a la universidad?

Para ser honesto en lo personal me parecen un insulto, porque no se trata de personas de prescolar o primaria. Que sí, que los nuevos tiempos y/o las nuevas tecnologías, que si las deficiencias de la educación durante la pandemia y un largo bla, bla, bla… que cuando sea posible, sería deseable terminar incorporándolas en el propio aprendizaje, de acuerdo.

¿Pero qué se le hace cuando el nivel de la discusión exige mucho más que saber picarle en una pantalla a la respuesta correcta? ¿Qué se le hace cuando no hay un resumen de un libro con dibujitos, esquemas y/o infografías? ¿Qué cuando los libros originales sólo están en versiones de idiomas originales?

La verdad es que hasta donde lo pienso, ese no debería de ser el nivel de conocimientos de personas que en no más de cuatro años estarán teniendo sus primeras experiencias con el mercado laboral.

Y me importa un carajo si lo que digo les ofende todavía más que el propio daño que se le hace a las nuevas generaciones con esos estilos de educación simulada y/o ligera o posmoderna, en la que se le tiene una fe desmedida a la tecnología.

Con semejantes modos, lo que realmente buscan, son personas que repliquen al dedillo la miseria que vienen padeciendo suyos desde el momento mismo de haber nacido. Ese no puede ser un buen modo de educar, porque la educación que se limita a replicar datos y no a cuestionar, pero sobretodo a transformar la realidad que supuestamente estudia, podrá ser todo lo que sus promotores quieran, pero no es realmente una educación que sirva para algo, como no sea para cumplir un mero trámite burocrático administrativo.

Ojo con el tema, no estoy en lo absoluto peleado con el uso moderado de las nuevas tecnologías de la información, pero eso sí, dejándolo precisamente en un uso medido, cauto y/o prudente. Porque la tecnología –y más la cibernética, con todo y las redes sociales incluidas–, podrá ser todo lo sofisticada que se quiera y ofrecer un sinfín de potencialidades o comodidades que hagan nuestras vidas más sencillas, pero no puede o no debería terminar sustituyendo el sustrato humano de la misma.

No al menos sin terminar pagando un costo terriblemente alto o peligroso, por el daño colectivo que habrá de significar; el de contribuir a modelar sociedades profundamente perezosas y poco o nada tolerantes a la frustración, en las que si bien el grueso de la población, sabe utilizar la tecnología cibernética desde las primeras etapas del desarrollo, pocos son los que conocen los rudimentos detrás de la propia tecnología a la que tan habituados están.

El punto con lo que digo, –que no es por cierto ninguna novedad–, es que desde que el desarrollo computacional y/o cibernético ha terminado sobre invadiendo nuestras vidas y sobre estimulando nuestra actividad cerebral, nuestros modos de procesar la información y hasta de pensar se parecen cada vez más a los de las propias máquinas o instrumentos que utilizamos para filtrar la realidad.

Y si algo hay que caracteriza a los ordenadores, teléfonos “inteligentes” o tabletas y demás artefactos para favorecer la conectividad o el acceso a rede, es que procesan grandes volúmenes de información, pero no la analizan, no la critican.

En tales condiciones, –nos demos cuenta o no–, estamos incubando las condiciones necesarias para la exacerbación de la desigualdades entre minorías que lo tienen todo y amplias mayorías que no tienen ni lo indispensable para sobrevivir, pero también en no menor medida, para la posibilidad de un desastre planetario de proporciones épicas.

Porque si algo mucho más severo que una pandemia llegara a ocurrir, es prácticamente un hecho que esas mismas actuales generaciones, por las que se apuesta por modos o estilos de educación a imagen y semejanza de los contenidos audiovisuales que se replican en redes todos los días, se verían en grandes aprietos para sobrevivir.

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