El mundo y su doble moral de exaltar a una mujer que destroza a otra, sólo porque la que ataca es una celebridad musical de talla mundial, cuando la misma inicio su propia historia de «amor» bajándole el novio a otra morra. Tengo principalmente dos dudas respecto al chisme mediático del momento, todo un auténtico culebrón el montado entre Shakira y Piqué; primero, ¿ya tan rápido se olvidó aquello de la sororidad?; segundo, ¿hablan de que al menos ella factura o genera plata con su ruptura sentimental, que por ese lado no está tan mal la cosa, porque ha vuelto rentable algo que al común de la gente no le trae más que amargura y tristeza, pero poco o nada dicen del costo que con ello han de pagar los hijos de ambos? No es la primera vez que lo digo, el caso es que por los motivos más diversos, somos una sociedad terriblemente extraña, por no decir que humanamente indolente y contradictoria. Todo lo medimos de forma tan diferenciada, que cuesta trabajo entender realmente cuáles son los referentes colectivos que supuestamente rigen y/o se defienden en cuestión de principios sociales. Ni que decir cuando la cuestión se encuentra atravesada por razones de género, la cosa es que hoy en día se encuentra muy normalizado atacar y/o asumir que los hombres somos la encarnación misma de la toxicidad en muchos sentidos, cosa que no sólo se justifica, incluso se lo celebra, como si de un logro social del empoderamiento se tratara. Pero no emita un hombre alguna crítica parecida o incluso más moderada, porque entonces se le echan encima tachándole de lo peor.
Hablemos claro: quien inicia algo parado sobre de mierda, esto es, sin haber resuelto de antemano los ciclos afectivos que preceden a los que en tiempo presente pretende establecer, tiene que estar preparado, sí o sí, para terminar de aceptar que tarde que temprano habrá de vivir en carne propia las consecuencias de vincularse a una persona que no es emocionalmente responsable. Ya lo mismo por inestable o ególatra, la verdad es que lo mismo da, porque que sea una cosa o la otra, no hace ninguna diferencia. Digo, de haberlo sido, por principio de cuentas, jamás hubieran tenido nada, o no al menos del modo que lo tuvieron.
Y ojo con esto, porque lo mismo vale para hombres que para mujeres: las carencias afectivas que vuelven nuestras vidas una mierda, no distinguen de género. Cuando establezcan una relación, hagan las cosas lo mejor posible y comiencen bien desde el inicio, o espérense cualquier cosa, menos un cariño maduro y/o responsable. Que sí, que mucho se ha dicho al respecto, en esto de Shakira y Piqué, ya por los rumores que la cuestión ha desatado, como por la insistencia con la que la cantante en cuestión ha insistido en visibilizar su ruptura, usando la cuestión como la excusa perfecta para autopromocionar su carrera que había quedado en un segundo plano desde hace años, de acuerdo. Pero en el fondo la cuestión es un tanto chocante, por no decir que superflua, no porque la cuestión de las relaciones de pareja y sus consecuencias cuando estas llegan a su fin, carezca de importancia como tema de discusión pública. Sin embargo, para decirlo más claramente, igual que ha ocurrido en otros escenarios parecidos con celebridades mediáticas, me parece que la cuestión está recibiendo mucha más atención de la que verdaderamente merece.
Porque el énfasis en este tema no debiera estar, como hasta ahora ha sido, en quién tiene o no mayores razones para actuar y/o decir lo que ha dicho; o en con quién se siente o no más identificado el ciudadano común, sino en la regularidad con la que el tema de las carencias afectivas nos alcanzan a todos por igual, se trate o no de figuras públicas. Al final en ambos frentes se escucha acusar con mayor o menor repercusión de que tal o cual fue o no tóxico. La verdad es que nunca se pierde más fácil la noción sobre la importancia de lo que se hace por otros que ahí donde siempre se está. Cuando se hace lo correcto por personas incorrectas, hacerlo o estar ahí siempre, nos invisibiliza y/o anula. Y no, es mentira que con el tiempo las ausencias llegan a pesar de tal modo, que se termina por valorar a quienes no están más, a veces la gente sólo extraña su comodidad y no realmente a las personas ausentes. De otro modo no se verían persistentemente buscando quien secunde sus carencias hasta el punto de repetir una y otra vez los esquemas que los definen.
Amores tóxicos son los que no te quieren perder, pero tampoco hacen nada por cuidarte; no te sueltan, pero tampoco saben tenerte; juran que te quieren, pero con dolorosa frecuencia hacen cosas que te lastiman, y encima no se hacen cargo de sus ofensas, o peor aún, te culpan por ellas; juran que te extrañan, pero rara vez hacen algo por buscarte; no te dan paz, pero tampoco te dejan en paz; tóxica es la persona que como se dice en la calle: ni picha, ni cacha, ni deja batear. Más claro todavía: cuando te quieren se nota, cuando no te quieren, se nota todavía más. Sí, es cierto, intoxicarse por necedad, o carencias emocionales resulta un riesgo de la vida, pero permanecer obstinadamente ahí donde no se te ama como mereces, es decir con reciprocidad, respeto y cabal integridad de tu unicidad, sin tener porque cambiar para comodidad de quien dice que quiere estar contigo porque te acepta tal y como eres, eso ya es de plano conformarse con muy poco. Entonces el problema deja de ser que existan personas tóxicas, y pasa a ser que existan personas dispuestas a encariñarse por codependencia a su veneno.
No digo que hacerle frente a estos y otros temas parecidos resulte fácil, (de hecho, nada importante lo es), pero ningún vínculo afectivo –por significativo que nos sea–, puede o debe estar por encima de nuestra integridad personal. Podría decirlo distinto, pero lo cierto es que nada cambiaría lo fundamental de preservar nuestra salud emocional, con la misma vehemencia que se aconseja cuidar la salud física. De ahí la importancia de alejarse de aquellas personas tóxicas, que aunque las queramos o digan querernos, no hacen otra cosa que sacar a relucir nuestros rasgos más oscuros.
Así las cosas, lo difícil no será decidir que te alejas; no, lo complejo es no terminar envuelto, (lo mismo por tristeza, que por soledad o angustia), en un nuevo ciclo de violencia que nos lleve a repetir tropiezos pasados.