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viernes, noviembre 22, 2024

CANOA, LA RADIOGRAFÍA DE UN LINCHAMIENTO

En septiembre de 1968 se registró un episodio triste, trágico, terrible, que fue documentado de forma clara y contundente, con la dirección de Felipe Cazals y un extraordinario reparto de actores, en una película muy peculiar titulada CANOA, en referencia al pueblo de San Miguel Canoa en el Estado de Puebla.

Con un estilo fuera de lo común, esta película combina diversos recursos para la narración de su historia. Se aleja del formato ordinario porque lo mismo usa un narrador para dar a conocer datos generales del contexto, que intervenciones histriónicas para familiarizarte con los personajes, así como la interacción con el espectador de un personaje infiltrado en el elenco haciendo las veces de presentador, intermediario y testigo.

Todas las personas que interpretaron alguno de los muchos personajes, tanto en el elenco principal como en el grupo de extras, hacen de su papel un elemento indispensable para la comprensión de la trama, y transmiten cada una de las emociones adheridas a su rol. Esto permite adentrarse a la situación planteada, reflexionar sobre el tema, y disfrutar de un producto intelectualmente artístico.

El ambiente universitario es un elemento sobresaliente y determinante, porque en aquel momento, los reflectores estaban colocados sobre los círculos de estudiantes universitarios, y aunque los protagonistas de la historia no son estudiantes, sino trabajadores de la Universidad, existen argumentos en el guion para invocar el trascendente momento en el debate de ideas sobre teoría sociológica, económica, filosófica y política que vivió la toda la comunidad universitaria en esa polémica temporada, tanto estudiantes como trabajadores.

Por otro lado, el ambiente rural de San Miguel Canoa, en la forma cómo se describe en la película, explica ampliamente y utilizando datos duros de carácter socioeconómico, el nivel precario de subsistencia de sus habitantes, su acceso limitado a la educación y sus bajos índices de escolaridad, así como el sistema adoptado de manera comunitaria para resolver los asuntos públicos de la localidad, y las marcadas e irreconciliables diferencias originadas por las posiciones a favor y en contrario, del liderazgo social ejercido por un párroco, considerado en cuanto a sus decisiones personales, y no en cuanto a la institución religiosa que representa.

Canoa es también una proyección de la lucha ideológica que prevalecía en México durante 1968, una acalorada batalla de corrientes de pensamiento que no dejó fuera a las pequeñas rancherías de un país que nunca ha dejado de ser un laberinto de clases sociales, y que encuentra en cada vacío, un caldo de cultivo para imponerse o por las ideas, o por el poder económico, o por la fuerza. Y la película nos permite percatarnos de que básicamente no existe gran diferencia entre el México rural de 1968 y el México rural actual, y que se corren serios riesgos al tocar fibras sociales tan sensibles, porque al emitir comentarios desde la comodidad de una red social, con facilidad se pasa del ahora impronunciable “paternalismo” al “clasismo”, que es un concepto tan invocado en estos días.

El ingrediente final de este lamentable suceso de la vida real, es el fenómeno de la ira colectiva, que se forma a partir de los rencores reprimidos, la sed incontrolable de venganza contra el prójimo anónimo, y contagia la violencia de forma instantánea hasta conformar una turba enardecida que destruye, pisotea y pasa por encima de todo, sin medir en ningún momento las consecuencias de sus actos.

Canoa es una película que debe permanecer en nuestro recuerdo y ser difundida entre las nuevas generaciones de estudiantes universitarios sin ánimo de adoctrinamiento, únicamente, con el propósito de pensar y repensar las perspectivas de los conflictos sociales, desde un punto de vista académico. No pueden dejar de ver esta radiografía de un linchamiento, hecho repudiable que no debería suceder nunca.

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