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viernes, noviembre 22, 2024

LA IMPORTANCIA DE LA SALUD EMOCIONAL

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LA IMPORTANCIA DE LA SALUD EMOCIONAL

Por Emanuel del Toro.

Sin duda que cuando de capacidades emocionales se trata, es grande la tentación de asumir que la vida pueda estar constituida de personas que aportan realizaciones y resultados valiosos o significativos, como de personas virtualmente capaces de no aportar nada que merezca la pena recordarse. Incluso asumir que quienes de mala fe obran, lo hacen o porque están llenos de maldad, o porque sencillamente van carentes de todo sentido o significado, como no sea sino repetir sus despropósitos.

Pero aunque en términos prácticos un posicionamiento del estilo pueda resultar adecuado para evitar la menor cantidad de consecuencias posibles sobre nuestra propia estabilidad, no sé si una visión semejante aporte lo bastante para superar lo que pienso que es la raíz de muchos de los conflictos humanos: la salud emocional. Porque prácticamente cualquier problema relacional humano que se nos ocurra, sea este político, social, económico o personal se debe a ella: la bendita salud emocional.

La salud emocional, simultáneamente individual y colectiva; esa gran olvidada o infravalorada de las estabilidades personales humanas, que la Psicología como disciplina tiende a ignorar, trivializar o en el mejor de los casos, a dar por descontada. Como un resultado intrínseco de aprender el funcionamiento de la mente a nivel de procesos cognitivos, como de los posibles equilibrios bioquímicos que condicionen la conducta humana, a la usanza de la Psiquiatría, incluso del resultado de nuestras interacciones personales en el espacio de lo colectivo, tal y como hacen algunas ramas de la propia Psicología, como la Psicología Política o la Psicología política, hasta la Ciencia Política cuando estudia los vaivenes del poder y sus consecuencias. A veces no es la mente la que está vacía, sino el corazón –se llegan a decir algunos en tono cuasi poético, en terrenos tan distantes como lo literario o lo cotidiano.

Pero sea un modo de decirlo u otro, el punto es que en ocasiones se puede estar tan roto en términos de capacidades anímicas –entiéndase emocionalmente lastimado–, que se es virtualmente incapaz de cultivar realizaciones que valga la pena recordar. Lo de menos por decir al respecto, es que igual que ocurre con cualquier otro producto de nuestra mente, nuestras emociones constituyen fundamentalmente pensamientos. Pero si lo que buscamos es promover cambios personales y colectivos duraderos, no basta con reconocer el modo cómo estructuramos los pensamientos, es además vital trabajar en la construcción de recursos óptimos necesarios que nos ayuden a resolver eficientemente su manejo.

Tampoco basta con tener el suficiente amor propio para no permitir que las emociones nos jueguen una mala pasada. Porque si bien es cierto que en el tema de la salud emocional, el óptimo desarrollo de la autoestima juega un papel fundamental, lo cierto es que el tipo de habilidades necesarias para actuar en consecuencia, son sólo posibles de cultivarse –como de hecho ocurre con cualquier otra práctica de la vida–, ahí donde se les ejerce rutinariamente como hábitos de pensamiento, pero también de conducta. A lo que quiero llegar con esto, es que si bien hay personas que llegan a adquirir las habilidades emocionales óptimas para resolver con solvencia y equilibrio la mayor cantidad de conflictos posibles, como resultado de su propia experiencia de vida, no para todos es del mismo modo.

En ese sentido, en términos de relaciones humanas, un problema por demás importante y sobre el que pocas veces reparamos, es lo fácil que las carencias de otros pueden terminar interactuando con nuestras propias carencias. Ya que por aconsejable que sea alejarse ahí donde el trato que recibimos es degradante o despótico, lo cierto es que muchas veces no es tan fácil como decidirse a poner un alto e irse. Porque en cuestión de relaciones humanas, muchas veces nos damos cuenta de la inconveniencia práctica de relacionarnos con esas personas, justo cuando ya les hemos invertido algo de cariño o afecto.

Cuando así sucede y no somos flexibles, se vuelve muy probable que terminemos quedándonos más tiempo de lo necesario, siempre con un costo muy alto para nuestra propia salud emocional. Y lo difícil no es decidirse a irse, tanto como establecer separaciones efectivas, en las que retirarse no tenga porque representar el suplicio de seguir cargando tras la experiencia el injusto peso de mantener el pensamiento dando vueltas a las heridas recibidas, en un callejón sin salida, que tarde que temprano podría terminar haciéndonos repetir la experiencia con nuevas personas en un ciclo interminable como desgastante.

Quienes así proceden pueden incluso llegar a convertirse en expertos de sus propias dolencias, volviéndose incluso capaces de hallar cualquier tipo de detalles que les ayuden a racionalizar lo vivido, hasta el punto de llegar a entender su porqué, pero rara vez lo terminan haciendo con la justicia amorosa necesaria para perdonar las faltas recibidas y perdonarse a sí mismos las consecuencias de sus propias insuficiencias. ¿Que por qué lo digo? Por lo común cuando se dan muchas vueltas a lo vivido, se puede llegar a ser –incluso sin darnos cuenta– bastante injustos con nosotros mismos, valorando lo vivido a la luz de lo que en el presente se sabe. Pero sin el sosiego suficiente para reconocer que si hubieran sabido lo que con semejante experiencia descubrieron –tanto de lo propio, como de las heridas recibidas–, difícilmente se habría decidido actuar como se lo hizo.

Lo cual no es en lo absoluto un tema menor, porque de hecho el mismo problema se vive permanentemente, tanto en lo familiar como en lo afectivo y en virtualmente cualquier tipo de vínculo relacional que establecemos. De ahí la importancia de propiciar estrategias de aprendizaje emocional que nos ofrezcan la posibilidad de resolver los problemas derivados de relacionarnos con otras personas, con un enfoque mucho más aprehensivo e integral, en el que la resolución de los conflictos relacionales sobrevenga, no por la evitación de los mismos o sus consecuencias, sino por su confrontación consciente de las carencias que los vuelven posibles. Sólo de ese modo conseguiremos resolver el drama de vernos repetir recurrentemente problemáticas con las que ya se ha lidiado antes.

Aprender a manejar eficientemente nuestras emociones, quizá no terminará nunca de evitar que el discurrir de la vida misma nos pueda traer nuevos conflictos. Pero si es un hecho que al menos estaremos mucho mejor preparados para no vernos repetir errores pasados en la medida que aprendamos qué cosas conviene o no tolerar y sobre todo los modos como es necesario proceder cuando se pone en entredicho la propia estabilidad personal. No significa que con ello dejarás de tener problemas, significa que si los llegas a tener, al menos tendrás mejores elementos personales para hacerles frente, porque será más fácil que te des cuenta de tus propias carencias y el modo como estas te lleva a engancharte con personas cuyas carencias resultan complementarias con las tuyas.

Si después de semejantes posibilidades persistes en querer repetir podría significar que los problemas que vives pudieran tener raíces más profundas que vuelvan necesarias muchas más vías de acción que lo estrictamente emocional. En cuyo caso, por desalentador que pueda parecernos en primera instancia, ya al menos se va gane con la posibilidad de ir cerrando las posibilidades de comprender las razones de nuestras singularidades más problemáticas. En cualquier caso, lo significativo siempre será que cuando realmente se quiere, todo es susceptible de ser perfectible, es decir revisado o mejorado.

Ahí es a donde el valor de la salud emocional debiera llevarnos: a la utilidad de reconocer la importancia de actuar siempre con fines prácticos, para favorecer rasgos tales como la seguridad propia, la flexibilidad de pensamiento, pero también la autonomía decisional. Después de todo, la inteligencia no es sólo intelectual y creativa, es también emocional. Reconocerlo seguramente haría bastante por mejorar buena parte de los problemas cotidianos que habitualmente nos disgustan a todos.

julio 19, 2021

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