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NO PARA TODOS ES IGUAL
Por Emanuel del Toro.
Quedarse en casa durante la pandemia no los hace mucho más conscientes que el resto de la sociedad, sólo revela la situación de privilegio en la que viven. Que si, que es la misma tormenta para todos, de acuerdo, pero no vamos todos ni de lejos en el mismo barco, mucho menos iremos a tener el mismo destino, porque si en circunstancias cotidianas hay sus diferencias, con mucha mayor razón las hay o se agravan en momentos de crisis. Lo que no es ya ninguna sorpresa si se repara en lo mucho que la actual contingencia sanitaria ha durado.
Y no es para menos, porque sobre la pandemia de covid-19, se ha dicho y/o analizado de todo; lo mismo se han discutido sus consecuencias a nivel sanitario, que sus efectos a nivel macroeconómico, ni que decir de sus implicaciones productivas –por aquello de pensar el modo como el hacinamiento en casa ha obligado a repensar los modos de organización laboral y escolar–, incluso se han discutido ampliamente sus efectos en términos psicológicos tanto en lo personal, como en lo colectivo, (piénsese que no estamos ni de lejos preparados para vivir tanto tiempo aislados), sin embargo hasta el momento, es muy poco lo que en todo este escenario se ha dicho en términos de consecuencias sociales.
La cosa es que las afecciones económicas generadas por un periodo de contingencia tan dilatado como el actual, si bien han golpeado severamente la totalidad de la planta productiva de todo el mundo, no menos cierto es que sus efectos se han dejado sentir de forma más severa para los pequeños comercios; ni que decir de los ciudadanos que menos tienen. Los cuales han debido padecer un auténtico calvario, ya por la disminución de sus ingresos, ya por la ausencia de los mismos, cuando se han visto alcanzados por los recortes de sus fuentes originales de trabajo. Cambios todos en su conjunto, que han terminado dejando a miles en el país sin trabajo, a merced de lo que cada cual puede hacer para sobrevivir, lo mismo recortando gastos de forma severa, que recurriendo al autoempleo.
Cada cual ha debido echar mano de lo que su propio ingenio y/o capacidad le ha permitido, sin que hoy por hoy, tras un año de vivir en un estado de excepción que ya ha durado mucho más de lo cualquiera pudo en un inicio prever, se tenga todavía claro, cuánto más ha de durar. Y es que más allá de las estimaciones oficiales al respecto, tanto del gobierno federal, como de distintas instancias internacionales, mismas que ante el potencial de garantizar un suministro constante de vacunas, indican que será cuestión de tiempo para que la totalidad de la planta productiva del país se recupere de los efectos generados por la actual crisis, por lo que se espera que el país salga fortalecido de la actual coyuntura, lo cierto es que para el común de la gente no se ve todavía nada claro.
Lo que es más, en algunas localidades del país la cosa ha ido recrudeciendo severamente, tanto para lo que refiere a lo estrictamente sanitario, como para lo que va en términos de restricciones, por la ineficiencia en la aplicación de medidas de contingencia que aseguren una reducción de contagios, como por el colapso parcial o total de los servicios de salud, que se han visto continuamente rebasados para atender a todos aquellos que lo requieren. Porque para decirlo claramente: no todos atienden las recomendaciones pertinentes del modo que deberían.
Y no lo hacen, porque sencillamente como indiqué desde un inicio, no para todos son las mismas condiciones. No para todos se viven los estragos por la pandemia del mismo modo, ni mucho menos padecen sus privaciones de modo semejante. Que lo que en casa de nivel acomodado, implica terminar haciendo la práctica totalidad de sus actividades a distancia, recurriendo incluso a la comodidad de recibir lo necesario a la puerta de la casa y/o con el mínimo de exposición al exterior, hay innumerables hogares de clase media baja y popular, –siendo la mayoría en este país, donde el grueso de nuestra economía se sostiene en el sector informal–, para los cuales ni todas las recomendaciones necesarias para atender la pandemia valen, porque viven permanentemente al día. Lo que hace imposible que parar, aislarse o siquiera reducir su exposición sea una opción.
Tales efectos desde luego, se reparten de forma por demás desigual, porque no es lo mismo verse cumplir las medidas necesarias para evitar la exposición exterior cuando se cuenta de sobra con los recursos que lo permitan, que cuando se vive todos los días con la preocupación de preguntarse si habrá o no de comer, o si habrá o no para pagar los servicios y/o las deudas que se tienen. Pero claro, de estos y otros temas relacionados apenas si se dice algo. Porque es muy fácil juzgar y/o criticar a quienes al día de hoy siguen saliendo de forma regular a la calle, sin caer en cuenta que como ya he dicho, no para todos son las mismas condiciones.
Algo de lo que apenas si se habla públicamente, ni que decir de parte de los distintos niveles de gobiernos, que permanecen en su mayoría silentes, aplicando al contentillo y de forma displicente, medidas que oficialmente se juzgan de primer orden por la gravedad de la pandemia, pero que sin embargo apenas si se siguen por no terminar convirtiendo en problema político, lo que hasta este punto se ha manejado sólo como un problema sanitario. No es pues que se tenga la más mínima consideración por quienes menos tienen, sino sencillamente que con esa lógica tan de corto alcance que distingue a las élites políticas en tiempos de elecciones, estas se hallan de continuo más interesadas en refrendar posiciones en los circuitos de poder, que en la búsqueda de medidas que en efecto resuelvan los problemas del común de la ciudadanía. Con la cual, teniendo en cuenta lo que hasta aquí he expuesto, cabría preguntarles: Sin condiciones para campañas electorales al modo habitual con actos multitudinarios ¿cómo se justifica el gasto de los partidos?
febrero 1, 2021